AVENTURA 4:

Una vez salí co alguien mucho mayor que yo. Él tenía 55, pero parecía más (incluso se veía mayor que mi papá), contra mis 31.
Fue raro, nos conocimos cuando yo trabajaba en un locutorio y lo ayudé a ubicar a su hijo a través de unos números de teléfono y guía telefónica mediante.
Era un ser muy tímido, noble y tan solo quería afecto.
Primero me regaló unas flores que dejó en mis manos sin decirme nada y yo sin saber si eran para que se las cuidara o eran para mí, como no volvió a buscarlas me quedé con la segunda opción. Luego fue un libro, una vez se ofreció llevarme hasta mi casa, manejé una vez su auto, sin siquiera tener carnet.
Estaba casado, pero era un matrimonio dónde los años habían instalado una triste rutina de cuerpos viejos, fríos, muertos en vida.
Yo fuí un aire nuevo que llenó por un instante tanto vacío.
No me pedía nada, creo que fui yo quien le robó un beso o tal vez fue un regalo. Su boca tenía el temor de un quinceañero y sus manos no se atrevían ni a rozarme.
Nunca pasó de unos besos, nunca osó pedirme nada. Pero los recuerdos que tengo de él ocupan un lugar especial en esta aventura de sobrevivir.
Nunca supe nada más de él.
Esta relación me hizo pensar en tanta gente sola en la inmensidad de un planeta con millones de personas. De mi soledad que no quiere la compañía de unos besos regalados.